Academia del Piacere & Patricia Guerrero
Fami Alqhai, viola de gamba

PROGRAMA
Dí, perra mora
Anónimo s. XVI
La dama le demanda
“Antonio de las obras” (Antonio Cabezón 1510-1566) & Fahmi Alqhai
O felici occhi miei
Jacobus Arcadelt (1505-1568)
Diego Ortiz (c.1510-c.1570)
Fahmi Alqhai
Diferencias sobre Guárdame las vacas
Improvisación & Fahmi Alqhai
Tientos III en el primer tono
“Antonio de las obras” (Antonio Cabezón)
Glosado sobre el Peccantem me quotidie de Morales
Cristobal de Morales (1500-1553) & Fahmi Alqhai
Glosa sobre el Mille Regretz de Josquin
Fahmi Alqhai
Susana un jur glossada
Hernando de Cabezón (1541-1602),
arr. Fahmi Alqhai
Xácaras & Folías
Improvisación
Susana Passeggiata
Bartolomeo de Selma y Salaverde (ca.1580-ca.1640)
Marionas & Canarios
Gaspar Sanz (1640-1710) & Fahmi Alqhai
Notas al programa
«Estos lascivos bailes parece que el demonio los ha sacado del infierno, y lo que aun en la república de los gentiles no se pudo sufrir por insolente, se mira con aplauso y gusto de los cristianos (…) y no sólo un baile, pero tantos, que ya parece que faltan nombres y sobran deshonestidades: tal fue la zarabanda, la chacona, la carretería, la japona, Juan Redondo, rastrojo, gorrona, pipirronda, guriguirigaí y otra gran tropa de este género, que los ministros de la ociosidad, músicos, poetas y representantes inventan cada día sin castigo».
Rodrigo Caro, Días geniales o lúdricos, 1626
Las clases pudientes han mirado siempre las costumbres de las populares con una mezcla de repulsión y atracción, de asco y curiosidad. Amurallados sus palacios para evitar el contacto con la plebe, se han sentido sin embargo prisioneras de los formalismos sociales y envidiosas de la supuesta vida libre de quienes tienen poco o nada que perder. En la Sevilla del 1600 las fiestas del pueblo, sus cantes y bailes callejeros y, en particular, los de los negros asentados en ciertos barrios de la ciudad (como San Bartolomé) materializaban ese ambiente pecador pero seductor para la aristocracia, atractivo pero gravemente censurado por los moralistas, preñado de lúbricas danzas venidas de allende los mares, de ese paraíso perdido imaginario del Nuevo Mundo en el que la desnudez de Adán y Eva era el estado natural.
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